He leído el último post. Y, que engañada estaba. De nuevo negaba la evidencia, el hecho de que todo mi conflicto interno y externo sí que se debía a mi enfermedad. Días después supe que mi relación iba viento en pompa, que es difícil para la otra persona ver y aceptar que quien amas sea capaz de hacerse daño y volverse loca por algo tan común como llevarse un tenedor a la boca.
Respiro hondo, agacho la cabeza y digo que de nuevo estoy aquí. Acepto cualquier replica, acepto críticas por desaparecer durante mucho tiempo, pero volver aquí me traslada a una realidad de la cual no quiero vivir.
Vuelvo a la báscula, al espejo, a pellizcarme, a sentirme miserable, gorda y fuera de lugar. Llevo tres meses en casa de mis padres, la situación económica me ha hecho volver después de cuatro años, y no puedo negar que cada esquina tiene el reflejo de un pasado, de mi pasado. Y en él me encontraba yo y mi enfermedad, porque lo que si tengo ya claro es que se trata de una enfermedad, nada de estilo de vida, de reina, de princesas ni de estupideces. Es una enfermedad horrible, como aquél demonio que te persigue y te machaca, que te ordena y te maltrata.
Y necesito volver a edentrarme en ella. Ayer vi «21 días sin comer», y en muchas ocasiones me hizo temblar, en cada uno de los testimonios estaba yo, esa era yo – ¿o soy?- esos pensamientos eran los mios – ¿o son?, las actitudes, los hábitos, era yo y todas y cada una de nosotras.
Y bien, a la espera estoy, de a ver con que pensamiento levantaré mañana. Pero no puedo engordar un gramo más, no puedo. Y de nuevo, vuelvo a volverme loca. Loca por sentirme delgada y esbelta.
Necesito conseguirlo, de nuevo.
Perdonadme.